lunes, 11 de abril de 2011

El arte en cuestión


No suelo cuestionar como un automata, es decir, sólo por hacerlo. Me planteo preguntas como metas y descubro mi vida como el viaje hasta las respuestas. Algunos de esos periplos han resultado maravillosos y otros sólo han sido enredos que me regresan al punto de partida. Cuestionando, incluso la acción de cuestionar, me ha hecho entender que yuxtapongo las respuestas y construyo una realidad de 'n' dimensiones que me permite salir a la vida con plena seguridad. Pero sólo hasta que me nace una nueva pregunta y el ciclo comienza de nuevo hasta resanar ese hueco que quebranta mi paz. Al final, parece como si ya hubiese condicionado y supeditado mi vida al alcance de estas verdades. ¿Será entonces que necesito respuestas para vivir? O quizá, lo único realmente útil sea la respuesta a esta última e única interrogante. ¿Alguien tiene la respuesta?